Sepa e imagine el lector que aquí la respiración se abriga con la anécdota de lo vivido para de inmediato trascenderla y convertirla en experiencia de todos los mortales. Advertirá que mediante la revelación más confidente se hilvanan las quejas de la memoria a modo de diario de lo perdido, la verdad que sin piedad lacera, las noches sin luna, los besos sin nombre... O, si se prefiere, hasta este